Pensé -¡presa del espanto!- : ¿seré, pues, el único cobarde de la tierra?...¿Perdido entre dos millones de locos heroicos, furiosos y armados hasta los dientes? Con cascos, sin cascos,sin caballos, en motos, dando alaridos, en autos, pitando, tirando, consprando, volando, de rodillas, cavando, escabulléndose, caracoleando por los senderos, lanzando detonaciones, ocultos en la tierra como en una celda de manicomio, para destruirlo todo, Alemania, Francia y los continentes, todo lo que respira, destruir, más rabiosos que los perrosm adorando su rabia (cosa que no hacen los perros, cien, mil veces más rabiosos que mil perros, ¡Y mucho más perversos! La verdad era, y ahora me daba cuenta, que me había metido en una cruzada apocalíptica.
Somos vírgenes del horror, igual que del placer. ¿Cómo iba a figurarme aquel horror al abandonar la Place Clichy¿ ¿Quién iba a poder prever, antes de entrar de verdad en la guerra, todo lo que contenía la repugnante alma heroica y holgazana de los hombres? Ahora me veía cogido en aquella huida en masa, hacia el asesinato común, hacia el fuego...Venía de las profundidades y había llegado!
...gracias a Maia.
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